jueves, 27 de junio de 2013
miércoles, 26 de junio de 2013
POEMAS DE AMOR PARA NIÑOS
Un día su esposa le dio un hijo y el hombre esperó con impaciencia a que el tiempo le diera al niño la capacidad de pedirle muchas cosas y a él la satisfacción de enseñarle a negociar todos y cada uno de sus antojos.
Llegado el momento, el hombre lo invitó a que le presentara la lista de solicitudes. El niño pidió el telón de los atardeceres, la clave de sol, un aerolito, las cosquillas que sintieron en la boca de los estómagos los astronautas que descendieron por primera vez en las praderas de la luna, el bosque de los abrazos, un curso de idiomas para saber qué dicen el baile de las colas de los perros, las lenguas de agua que murmuran en los troncos de los árboles y las palabras fosforescentes que cantan en los ojos de los gatos, la corriente eléctrica generada por los besos, un ratón de computador que le enseñe a evitar las ratoneras de las respuestas y que en cambio lo conduzca siempre al queso de las preguntas, y un poco del sonido del mar con la posibilidad de colocarlo en el interior de una concha de caracol. El hombre no supo qué hacer porque esas cosas no las vendían en ninguna parte.
Su mujer, entonces, lo llevó de la mano al almacén de la infancia.
FIN
De "La alegría de querer. Poemas de amor para niños", 1era. Edición, Noviembre de 1993, Carlos Valencia Editores. Bogotá, Colombia.
viernes, 21 de junio de 2013
LA IMPORTANCIA DE LOS LÍMITES DE LA CRIANZA
6 agosto, 2012 by Gina G.
Hace unas semanas atrás tuve el agrado de participar en una reunión que algunas ex participantes de los talleres Educando con Disciplina Positiva iniciaron a partir de la asistencia a los talleres y el conocimiento de esta filosofía. La verdad, que fue muy gratificante ver cómo la Disciplina Positiva se expandía y que cada día se sembraban nuevas semillas de respeto en hogares.
Hoy compartimos con ustedes parte del excelente resumen y análisis que Jaicy hizo al libro de Jane Nelsen “Disciplina Positiva” al cual hemos titulado La Importancia de los límites en la Crianza.
Gracias Jaicy por creer que sí se puede educar sin castigos y ser una promotora más de del respeto en nuestras comunidades!!!
Integración y Resumen elaborado por Jaicy Blandin (2012), basado en el Libro “Disciplina Positiva” de Jane Nelsen (2009)-madre participante del taller Educando con Disciplina Positiva (extracto y adaptación del resumen)
“La Disciplina Positiva (DP) se enfoca en enseñar a los niños qué hacer porque ellos han sido invitados a analizar la situación y a usar algunos principios básicos, como la colaboración y el respeto mutuo para encontrar soluciones. De esta manera, los niños están más dispuestos a seguir las reglas que ellos mismos han ayudado a establecer, ya que comprenden por qué son necesarias, cuál es su sentido y cómo ser responsables de ellas. La habilidad en la toma de decisiones se vuelve más efectiva cuando ellos se sienten miembros activos de una familia, y no receptores pasivos del proceso. Uno de los propósitos generales de la DP es lograr que los efectos de dichas habilidades sean duraderos (a largo plazo)…
La Importancia de los Límites:
- El propósito de los límites es mantener a los niños a salvo y adaptados al medio social. Una forma de hacerlo cuando los niños son mayores de 4 años, es involucrarlos cuando se establecen esos límites y se discute con ellos su importancia. Los niños estarán más dispuestos a respetar los límites que ellos mismos han ayudado a establecer, ya que comprenden por qué son necesarios y cómo ser responsables de ellos. Podemos idear juntos cuáles deben ser los límites para ver la televisión, las horas de llegada a casa, los tiempos de juego o de tarea.
- Cuando se traspasa un límite, no debemos dar sermones, ni castigos, hay que continuar involucrando al niño respetuosamente. Evitar decirle lo que pasó y lo que se debe hacer al respecto. Lo mejor es hacer preguntas abiertas como “¿Qué pasó? ¿Qué crees que lo ocasionó? ¿Qué ideas tienes para resolverlo? ¿Qué has aprendido de lo pasado?”.
- Los límites o normas tenemos que explicarlos cuidadosamente cuando los niños van creciendo. No podemos decirles a nuestros hijos que hagan tal o cual cosa “Porque sí” o “porque se nos da la gana”: Es indispensable el diálogo sereno entre padre e hijo, en el cual se explique el sentido o la razón por la cual se debe respetar ese límite. Si podemos llegar a explicar el valor que el límite está protegiendo y el anti-valor que se esconde detrás de la transgresión del mismo, mejor.
- Cuando les explicamos a nuestros hijos el sentido o la razón de un límite, los estamos valorando como personas capaces de comprender. En cambio, si les decimos: “Algún día entenderás, todavía eres muy pequeño”, les estamos diciendo implícitamente que son poco inteligentes y lo único que lograremos con ello será generar su rebeldía a corto o largo plazo. Nuestros niños pueden ser pequeños, pero no son irracionales.
- Muchas veces nos quejamos de que nuestros hijos son rebeldes, y no vemos que nosotros hemos sido primero arbitrarios y autoritarios con ellos. Esto los irrita y con razón, porque menosprecia su capacidad de comprender, ofende su racionalidad humana e implica una subvaloración que seguramente los conducirá a una actitud de rebeldía.
…Parece que muchos padres piensan en términos de los dos extremos de crianza que se establecen entre un estilo autoritario o controlador y un estilo permisivo. La gente que piensa que el castigo es válido, lo hace porque cree que la única alternativa es el control. La gente que no cree en el castigo, a menudo se va al otro extremo y se vuelve demasiado permisiva. La disciplina ejercida democrática o positivamente, ayuda a los adultos a encontrar un respetuoso terreno o camino intermedio que no es autoritario ni permisivo. Este tipo de disciplina se sustenta sobre un trato gentil y firme, que enseña valiosas herramientas sociales y de vida.
Cuando se es gentil y firme al mismo tiempo, ayuda saber que ser gentil (respetuoso o cordial) puede balancear todos los problemas que genera ser sólo firme (rebeldía, resentimiento, daño a la autoestima) y que ser firme puede balancear todos los problemas que genera ser sólo gentil (permisividad, manipulación, niños engreídos, tiranos, daño a la autoestima)”
CARTA DE UN HIJO A LOS PADRES
No me des todo lo
que te pida, a veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo tomar. No
me grites, te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a gritar a mí
también, y yo no quiero hacerlo. No des
siempre órdenes... Si en vez de órdenes a veces me pidieras las cosas yo lo
haría más rápido y con más gusto. Cumple
las promesas, buenas o malas... Si me prometes un premio dámelo,
pero también si es castigo. No me
compares con nadie, especialmente con mis hermanos. Si tu me haces lucir mejor que los demás
alguien va a sufrir, y si me haces lucir
peor que los demás seré yo quien sufra. No
cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer: decídete y mantén esta
decisión. Déjame valerme por mí mismo, sí tu haces todo por mí yo nunca podré
aprender. No digas mentiras delante de mí ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro... me haces sentir mal y perder la fe en lo que
me dices. Cuando yo hago algo malo no me
exijas que te diga por qué lo hice, a
veces ni yo mismo lo sé. Cuando estés
equivocado en algo admítelo y crecerá la opinión que yo tengo de ti, y me enseñarás a admitir mis equivocaciones
también. No me digas que haga una cosa y
tú no la haces, yo aprenderé y haré
siempre lo que tú hagas aunque no lo digas, pero nunca haré lo que tú digas y
no lo hagas. Enséñame a amar y conocer a
Dios, no importa si en el colegio me quieren enseñar porque de nada vale si yo
veo que tú ni conoces ni amas a Dios. Cuando
te cuente un problema mío no me digas: no tengo tiempo para boberías o eso no
tiene importancia, trata de comprenderme y ayudarme. Y quiéreme, y dímelo, a mí me gusta oírtelo
decir
aunque tú no creas necesario decírmelo.
aunque tú no creas necesario decírmelo.
REFLEXIÓN PARA PADRES DE FAMILIA
Si preguntamos a los padres, qué desean
por encima de todo para sus hijos, se pueden recoger algunas respuestas como:
“Quiero que mis hijos sean felices”
Y Que
sepan cómo disfrutar de la vida y apreciar cada día como algo maravilloso.
Y Que
se sientan satisfechos e importantes como personas.
Y Que
tengan sentimientos positivos sobre sí mismos y sobre la vida.
Y Que
crezcan sabiendo cómo enfrentarse a los problemas y, que estos, no les
derroten.
Y Que
no se sientan deprimidos e inseguros.
Y Que
tengan un fuerte sentido de la paz interior, que los sustente en épocas
difíciles.
Y Que
sean sensibles, responsables y respetuosos con la naturaleza y con la humanidad.
Y Que
descubran y ejerciten sus capacidades, se sientan satisfechos y tengan el
estímulo de un propósito en la vida.
Y Que
se sientan queridos y sean afectuosos.
Y Que
gocen de buena salud, tanto física como mental…
Cuando muchos padres se plantean tener
hijos se proponen amarlos, cuidarlos, alimentarlos y facilitarles los aprendizajes
necesarios para que puedan convertirse en
PERSONAS FELICES, que es en definitiva,
el fin último que todo padre desea para su hijo.
Los padres queremos también que nuestros
hijos se comporten correctamente y que lleguen a ser BUENAS PERSONAS. Y para
ello es necesario que desde pequeños
les inculquemos valores positivos.
Tratar de lograrlo es importantísimo y
un reto, pero hay que trabajar para conseguirlo. Esa es la función de los
padres: trabajar haciendo de padres. Pues los hijos no son como son por el mero
hecho de la casualidad, la suerte o el destino, como todavía por desgracia se sigue
pensando; los hijos son como son por todos aquellos factores (tiempo, dedicación,
esfuerzo, motivación, alegría, humor…), que los padres deciden invertir en
ellos.
Hoy en día es muy difícil ser
padre/madre, sobre todo un buen padre/madre. Pues con el aumento de los cambios
sociales y avances tecnológicos que vivimos, las nuevas forma de vida, las
aspiraciones personales que nos planteamos, así como las familias en las que el
padre y la madre trabajan fuera de casa, el tiempo que queda para los hijos es
muy escaso. Sí, es cierto, pero, independientemente del ritmo de trabajo o de
la situación vital de cada miembro de la familia, es posible ser mejor padre de
lo que se es. Por ello, es importante plantearse cómo padres quienes somos, qué
valores queremos aportar a nuestros hijos y si estamos en condiciones para
darlos, pues no se puede enseñar aquello que ni siquiera somos o sabemos. Y en
consecuencia, pensar que “Siempre hay tiempo para mejorar”, y para eso hay que
saber y creer que se puede y estar dispuesto a actuar para conseguirlo.
Educar a un hijo no es fácil, hay que
ser pacientes y perseverantes en cuanto a su
educación. Pues de un día para otro
quizá no se observen los resultados, pero el tiempo demuestra que la educación
es un camino, un proceso y los frutos se perciben con el paso de los años. Y
cuando hablo de educación no solo me refiero a la formación escolar, que, por
supuesto, es importante, sino a la educación que los padres ofrecen a sus hijos
en el día a día, formándoles y enseñándoles en cada una de las situaciones que
se viven.
Que nuestros hijos adquieran correctos
valores dependerá no solo de su propio carácter, sino de lo que aprendan en el
seno familiar. Si el niño crece en un ambiente en el que se sienta querido,
respetado, protegido y seguro aprenderá valores adecuados. Los niños necesitan
a alguien que les guíe, que les anime y les ayude en el transcurso de su vida.
Necesitan sentirse apoyados, valorados,
queridos, seguros…Y para eso estamos los
padres, somos su mejor ejemplo, su
modelo a seguir en todos los aspectos. Hemos de enseñarles con el ejemplo y
utilizar los valores que queremos que aprendan, no solo por ellos sino por
nosotros mismos también. El proceso de desarrollo de nuestros hijos incluye también
el nuestro, pues educando nos educamos.
“Como padres tenemos la misión de mirar
en nuestro interior de manera sincera, y ver si nos comportamos como queremos
que sean nuestros hijos”.
Los valores se transmiten por contagio,
no a base de consejos ni de sermones. Van más allá del lenguaje y forman parte
de nuestra actitud ante el mundo. Nuestros hijos aprenden los valores
importantes en la vida cuando nos observan, no cuando
nos escuchan hablar sobre ellos. Los
hijos nos ven tal como somos en realidad. Si somos generosos o no, si tendemos
a descalificar o a tratar sin respeto a alguien, si damos una importancia
exagerada a lo material, si engañamos con frecuencia, cómo escapamos de nuestro
estrés, cómo nos manejamos ante las dificultades, a qué tenemos miedo, qué nos produce
dolor…
Todos tenemos en mente una idea de cómo
nos gustaría que fuese el mundo en el que queremos que vivan nuestros hijos: un
lugar limpio, en el que las personas se ayuden y respeten, donde todos tengamos
los mismos derechos… Después salimos a la calle pensando en el trabajo, la
compra y se nos olvidan todos esos buenos propósitos. De pronto queremos ser
los primeros en salir del metro, se nos olvida dar los buenos días al vecino,
agradecer lo que los demás hacen por nosotros… y así, día tras día ante la
mirada siempre atenta de los niños que como todos sabemos, escuchamos y decimos
muy frecuentemente, lo absorben todo como esponjas. Si de pequeños no nos hemos
acostumbrado a guardarnos el envoltorio en el bolsillo cuando no hay una
papelera a mano, a dar las gracias cuando nos hacen un favor o a no respetar a
los que son diferentes, será más complicado aprenderlo más adelante.
La educación exige un trabajo por parte
de los padres, se necesita estar presente con
acciones para conseguir lo que
realmente se quiere transmitir. No bastan sólo las
palabras. Por ello, Si queremos que
nuestros hijos sean como todos deseamos que sean debemos empezar por nosotros
mismos y ser lo que decimos y hacemos. No se educa tanto en lo que se dice como
en lo que se siente y se hace. No aplicar jamás, por tanto, la tan popular
frase de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. Porque ante todo debemos ser
coherentes, a los niños se le educa desde la cuna; lo saben bien todos los
padres, tanto si han cedido y, el niño ha terminado en la cama de sus padres,
como si han resistido la presión y, hacen que el niño siga en la cuna. El niño
tiende a reclamar atención, objetos, etc., pero los buenos padres no dan al
niño lo que éste les pide, sino lo que ellos consideran que le conviene.
El respeto, la honestidad, la
responsabilidad y todos los valores humanos son en gran medida hábitos, rutinas
que aprendemos en la familia de forma inconsciente y que más adelante llegamos
a valorar con la reflexión que permite la madurez.
Tenemos que pensar si lo que hacemos
con nuestro hijos en el día a día es lo más conveniente para ellos, pues ¿Puede
un padre querer que su hijo no mienta si él le miente?, ¿O que el niño no le
pegue a los compañeros si él le golpea para educarlo?, ¿Qué no diga palabrotas si
se ríen y lo celebran cuando las dice?…
Vanesa
Hervás Martínez
Licenciada
en PedagogíaRELACIÓN PADRES E HIJOS / LA EDUCACIÓN CON LOS HIJOS - CHARLAS DE PILAR SORDO (PSICÓLOGA)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)