Apuntes
para una Psicopatología Compleja
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Por María
Teresa Pozzoli
La propuesta de Psicopatología en la que trabajo desde hace más de una
década implica la revisión del eje temático “sujeto, enfermedad, sociedad”; revisión que conlleva la necesaria
deconstrucción de las categorías de ‘sano’/’enfermo’que se aprenden desde el
modelo ‘biomédico’en las Escuelas de Psicología, a modo de categorías
‘técnicas’ y ‘objetivas’.
Esta deconstrucción es necesaria al considerar la
capacidad que poseen los sistemas institucionales de control social para
definir desde un relativismo valórico y grupal los comportamientos que se
ubican en las dimensiones de espacio,
tiempo y definición de la realidad que son reproductores del sistema
funcionalista. En el mismo sentido, los comportamientos asociados a la locura
-como una moneda de dos caras- dan legitimidad a la razón controlada y
justifican en el contraste, al mismo sistema que se autoarroga la capacidad de
establecer dichas definiciones categoriales. Así es como el sistema de poder
usufructúa de la enfermedad para auto-formarse y reproducirse, en la acción
institucionalizada de distinguir al enfermo, de separarlo, aislarlo,
reagruparlo, discriminarlo y estigmatizarlo.
Es en esta dirección que la mirada de Michell Foucault
puso de manifiesto que los criterios de enfermedad se constituyen desde la
epistemología del poder. Existe un apriori
histórico como generador del saber, del discurso, del conocimiento que es
determinante en cuanto no solo a lo que el profesional de la salud hace suyo,
sino también a lo que la sociedad piensa, a sus opiniones cotidianas, a sus
costumbres, a las prácticas comerciales, a las normas policíacas que se
consideran mayoritariamente y se constituye como un saber implícito propio de
toda la sociedad. Finalmente, existe la paradoja de que aquellas definiciones
categoriales a cargo de grupos minoritarios finalmente atrapan la conciencia
colectiva como una tela de araña que empuja a pensar lo sano y lo enfermo de
una determinada manera y no de otra. Se trata de una suerte de pensamiento
anónimo y forzoso que es el pensamiento de una época, un pensamiento desde antes del pensamiento que conforma el lenguaje
cotidiano, espontáneo, el de las representaciones
sociales y que instaura la coherencia, el sentido común… lo que es mucho
más que el lenguaje del conocimiento formal medicalizado.
Por ello, Foucault habla del lugar que ocupa lo no pensado en la producción del saber como el andamiaje sobre el
que se construye el pensamiento y que uno sin darse cuenta asume como propio de
un modo bastante ingenuo, sin considerar las implicancias y conveniencias
institucionales y que implican un eficiente mecanismo de control social, sobre
el sí mismo y sobre los otros, desde una lógica -que lejos de lo científico-
contribuye al cálculo y a la utilidad con fines netamente productivistas.
Así es como la institución especializada, nosotros los profesores
especialistas, la Universidad, empapa al aprendiz de un discurso especializado
sobre criterios legitimados de lo que debe reconocer como sano y como enfermo,
utilizando el lenguaje del poder -que no es neutro, ni es objetivo, ni es
universal-, dado que la enfermedad no tiene realidad ni valor de enfermedad más
que en una cultura que la reconoce como tal.
La existencia del enfermo en toda sociedad implica riesgos, es una
amenaza para el sistema, el sujeto que se desadapta de la norma deja de ser
controlable y predecible, y es todo un síntoma de que las cosas en la sociedad
no están funcionando bien. La existencia del enfermo es en sí misma una crítica
desvalorizante al sistema de poder dado que el ‘caso’ demuestra que el sistema
ha sobrepasado al sujeto individual, y el enfermo es llevado al abandono, a la
huída, a la agresión, quedando su conciencia anclada a la enfermedad. Por ello,
el loco es objeto de exclusión y reclusión, o es acallado o se le exige hablar
para extraerle un saber, conjurándolo, haciéndose de él un discurso científico
que sirve para establecer las causas y los orígenes, las etiologías de una
enfermedad. Es decir, el sistema usa al loco como un objeto parametral,
funcional a la lógica del sistema de poder.
Categorizar al ‘loco’ es una manera de ubicarnos en el mundo
sintiéndonos sanos “yo soy sano por que
sé que lo enfermo es esto”.Necesitamos de ese discurso distintivo porque es
una manera de afirmarnos en una condición existencial que en algún sentido me
diferencia desde la virtud, por lo mismo esto me reafirma como valorable, me legitimado,
me hace aceptable y confiable.
Por último, sigamos el sano consejo reflexivo de Foucault…y recordemos
que “Soy lo que no pienso…